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Un dato fundamental de la nueva coyuntura latinoamericana

El movimiento obrero sudamericano en escena

 

El 11 de julio grandes jornadas de paros y movilizaciones conmovieron a Chile -“modelo” neoliberal- y Brasil -el gigante latinoamericano y su “modelo” progresista-. No alcanzaron a paralizar ambos países pero fueron un “ensayo de huelga general” y ratificaron la entrada en escena de la clase trabajadora sudamericana a través de sus fuerzas más poderosas: al despertar del proletariado brasileño, protagonizando la mayor acción en más de 20 años, se suma la más importante movilización en décadas de los trabajadores chilenos, que junto a la extraordinaria lucha de los estudiantes, vienen golpeando duramente al gobierno derechista de Piñera. Así, da un salto la tendencia abierta desde el paro del 20 de noviembre en Argentina y seguida por la huelga de la COB que conmovió a Bolivia en junio. Además, los maestros y profesores uruguayos vienen de dos semanas de huelga y siguen las movilizaciones en Perú, donde los trabajadores estatales, los médicos de la salud pública y los estudiantes universitarios, resisten los ataques de Ollanta Humala.

Este proceso regional se enmarca en la nueva oleada de masas a nivel internacional, como hemos visto en Turquía y en Egipto, además de Brasil, y en la que no sólo se desarrolla un amplio fenómeno juvenil, sino también una creciente intervención de los trabajadores, con la resistencia obrera en Europa y el despertar de los proletariados de China, la India y otros países de Asia Oriental.

La clase trabajadora del Cono Sur, fuerza social decisiva por su rol en la producción y por su peso social, dueña de una rica historia de luchas y tradiciones combativas, está comenzado a comprobar sus fuerzas y ponerse de pie. Lo hace recurriendo a sus organizaciones tradicionales, los sindicatos, y recuperando sus métodos de acción: la huelga, los piquetes, la movilización. Además, a pesar de sus direcciones burocráticas, en procesos de distanciamiento y ruptura con gobiernos a los que consideraba suyos, con acciones de alcance nacional que tienen tienden a cuestionar objetivamente a los “modelos” vigentes y erigir al movimiento obrero en un actor político de peso, lo que plantea la posibilidad de oponer una alternativa de clase a la presión de los sectores medios ganados por la derecha, como atraer a los fenómenos progresivos de la juventud.

Por este camino, enfrentando la crisis y los planes de ajuste de los capitalistas y sus gobiernos (sean de la derecha tradicional o “posneoliberales”), tendrá ante sí grandes tareas: unir las filas de efectivos, tercerizados y precarizados; superar los límites de los sindicatos, que llegan escasamente a los más oprimidos y explotados; expulsar a la burocracia; dotarse de una perspectiva política de clase que le permita forjar y encabezar la alianza obrera, campesina y popular.

Es muy alentador que ya en estas primeras fases, se presenten dos importantes fenómenos avanzados: el desarrollo de sectores obreros combativos y la movilización juvenil y estudiantil. En LVO hemos venido dando cuenta del desarrollo del sindicalismo de base en Argentina; del proceso de fundación de un Partido de Trabajadores de la COB, impulsado por los mineros de Huanuni; de la tendencia a la unidad obrero-estudiantil en Chile.

Conforman un terreno más propicio para impulsar las tácticas de frente único obrero y por la independencia política de la clase, para avanzar en el reagrupamiento de la vanguardia obrera y dar pasos hacia la fusión con ella del marxismo revolucionario.



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