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La verdad sobre las cooperativas

Empresarios con guardatojo, "rescatiris", socios humildes que trabajan con sus manos, peones asalariados, mujeres y niños...

 

El sector cooperativista minero se ha fortalecido mucho, numérica y políticamente. Se nutrió en los 80 con muchos trabajadores “relocalizados” de COMIBOL y en los últimos años se ha beneficiado del incremento de los precios de los minerales, con la afluencia de nuevos socios.

Las cooperativas ocupan un 80 % de la mano de obra del sector minero, pero su producción es sólo un 28 a 30%, lo que muestra el bajo grado de capitalización, la forma artesanal en que operan, la falta de planificación, inversión y tecnología.

Sin embargo, la realidad de las cooperativas están muy lejos de la de una “asociación de trabajadores independientes que labora en común y reparte igualitariamente los ingresos, con un espíritu social”.
Por el contrario, se trata de un sector muy heterogéneo socialmente, un conglomerado de pequeños capitales y trabajadores por cuenta propia, donde pesa un espíritu pequeñoburgués y que sufre una fuerte diferenciación interna.

En la cima, las cooperativas y sus organizaciones, como FENCOMIN, están dominadas por una cúpula de socios enriquecidos, que prosperaron a la vera de los gobiernos neoliberales y están integrados a las élites burguesas departamentales como en Oruro y Potosí. Esta capa superior es también la “cadena de transmisión” de la ideología individualista, proburguesa entre la masa de los cooperativistas y el eslabón que subordina al sector a los intereses de las grandes empresas y las transnacionales mineras que dominan el sector.

En esta “aristocracia cooperativista” figuran casos como la familia Alave, en Potosí, que emplea a 300 trabajadores y subvenciona con 30.000 Bs. mensuales al Club Nacional, centro de la élite potosina, o Felipe Flores, ex presidente de la Federación Departamental de Cooperativas de Potosí, hoy diputado de PODEMOS y que posee dos ingenios de concentración cada uno con 40 trabajadores (Datos de Miguel Lora en El Juguete Rabioso, 15-10-06).

Los cooperativistas “Desde el primer gobierno de Sánchez de Lozada lograron ingresar con tres directores al directorio de la Corporación Minera de Bolivia y, desde allí, tomaron virtual control del sector. Saben exactamente la situación de las inversiones estatales en minería, tomaron varios centros mineros y almacenes para luego negociar con el Estado que siempre resignó infraestructura, vetas y maquinarias.” (La opinión, 7/10/06). Así, fueron también un aliado crucial del gobierno de Carlos Mesa, antes de aliarse con el MAS a cambio del ministerio de minería, diputaciones y otras prebendas. Pero también negociaron puestos en PODEMOS, donde tienen dos diputados

Muchos de ellos son en realidad pequeños y medianos empresarios que emplean a trabajadores asalariados. En total, habría unos 10.000 asalariados -los “peones de los cooperativistas” en las cooperativas mineras, y según un Informe sobre Desarrollo Humano en Bolivia del PNUD: “La mayor parte de los dependientes de los socios cooperativistas no recibe implementos de seguridad, tampoco está asegurada a la Caja Nacional de Salud, ni registrada en las administradoras de Fondos de Pensiones. Por otra parte, los salarios que reciben son bajos comparados con los otorgados a trabajadores de otras industrias.”

Además, los socios ricos actúan a veces como “rescatiris” de los afiliados con menos capital, desarrollando formas de explotación internas: “hacen compra de minerales”, dice de dirigentes de las cooperativas de Huanuni ese informe. En muchas cooperativas los socios venden individualmente su producción y los más ricos pueden comprar su derecho a explotar varias “vetas”, es decir, acumular una mayor participación individual y por tanto, emplear a más asalariados. Ingenieros, comerciantes, pequeños y medianos empresarios urbanos pueden así participar de las cooperativas.

Por debajo, está una masa de cooperativistas pobres, que trabajan con sus propias manos o con ayuda de algún peón.
Como conjunto social, se ven cada vez más subordinados al gran capital, que los explota de diversas maneras: comprándoles la producción a menor precio, a través de los altos intereses de los préstamos bancarios, etc.

Así hay diversos acuerdos que subordinan a las cooperativas a las grandes empresas, como entre COMSUR y la Cooperativa Minera Poopó, o en el megaproyecto San Cristóbal y otros. Además, un puñado de grandes comercializadoras domina el mercado y se aprovecha de las necesidades de los cooperativistas. Esto los aproxima a la clase trabajadora, y por ello, si los “peones de las cooperativas” son una parte esencial del proletariado minero, la masa de cooperativistas pobres puede convertirse en un aliado en el marco de la alianza obrera, campesina y popular, a condición de luchar por romper con la capa superior proburguesa y por la hegemonía obrera, convenciendo y dando respuesta a los cooperativistas pobres con un programa obrero de nacionalización de la minería.

Por Eduardo Molina



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