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URUS y el “poder estudiantil”


Un debate de cara a la vanguardia
 

CON LA PREOCUPACIÓN de debatir los caminos para poner en pie un nuevo movimiento estudiantil progresivo planteamos un franco debate sobre la consigna de “poder estudiantil”, propuesta de URUS, la corriente universitaria del Partido Obrero Revolucionario, que ha logrado insertar la consigna del “poder estudiantil” en el sentido común de sectores de la vanguardia universitaria, especialmente en momentos de conflicto cuando se la agita como forma de oposición al voto ponderado y al actual gobierno universitario.

El régimen de la autonomía universitaria es en última instancia una expresión de la democracia burguesa en la universidad y ha sido degradado al extremo, producto de largos años de dominio de las camarillas -de derecha y “de izquierda”- que dirigieron la Universidad (MNR, MIR, etc.), convirtiéndolo en fuente de su “legitimización” y sus prebendas.

Sin embargo, URUS considera el régimen universitario como un terreno “neutro”: “concebimos la autonomía como el escenario en que la burguesía y el proletariado luchan por ganar políticamente a los universitarios” y por eso plantea “la reconquista de la autonomía” y ve al movimiento estudiantil como un todo -“la juventud del pueblo”- que se inclinará según que influencia ideológica reciba: que la derecha pueda embaderarse con la autonomía sólo es para URUS “una ironía que nos juega la historia por la debilidad de la dirección revolucionaria”. (citas del Manifiesto de URUS, agosto del 2007).

Imponer el “poder estudiantil” sería la forma de “volcar la balanza” a izquierda, pues se trata “de que los estudiantes cobren preeminencia con referencia a los docentes, lo que quiere decir que puede darse la victoria de la política proletaria sobre la burguesa” (“¿Qué entendemos por poder estudiantil?” Masas 2042).
Se equivoca URUS al asignarle un valor revolucionario propio y poner un signo igual entre el poder obrero -es decir, el poder de la clase trabajadora revolucionaria- y el del estamento estudiantil -que sería el encargado de cumplir el papel del proletariado en la Universidad, en lo que llega al extremo de llamar a “efectivizar la dictadura estudiantil sobre la universidad” (idem).

En primer lugar, el paralelismo establecido entre clase obrera y estudiantado es completamente subjetivo y arbitrario. En segundo lugar, expresa su adaptación al sistema de gobierno universitario sobre la base del estamento docente - estudiantil, negando con la proclamada dictadura estudiantil la participación de una fracción de los docentes progresivos y a los trabajadores administrativos.

El estudiantado universitario, al revés que el proletariado, que es una clase social, es un grupo socialmente heterogéneo, que se integra con jóvenes provenientes de diversos estratos, en su mayor parte, hijos de la pequeñaburguesía y la burguesía, y sólo una minoría provenientes de familias obreras y campesinas pobres. Por ello, tiende a dividirse y mostrar alas de derecha y de izquierda y también, a oscilar políticamente, acercándose a veces a las corrientes más reaccionarias, aliándose otras con el reformismo no menos pro-empresarial, y girando a veces al campo obrero y popular.
Esto es lo que hemos visto en el plano internacional y en los últimos acontecimientos nacionales, donde grandes sectores se volcaron a la derecha como en Santa Cruz, Sucre, Tarija o Pando; otros se mantuvieron pasivos, como en La Paz, y también hubo algunos sectores que se expresaron a izquierda como en Cochabamba o Potosí.

En una situación como la actual, donde la extrema heterogeneidad social y política del movimiento universitario muestra sus aspectos más negativos, la consigna de “poder estudiantil”, no sólo es impotente, sino perjudicial, al tratar al movimiento estudiantil como si fuera un todo unificado y homogéneo.

Por lo tanto pretender dotarlo de un valor propio e independiente de las grandes clases sociales del país lleva a caer en una utopía, ficticia y por ello reaccionaria, pues el “poder estudiantil” no existe históricamente y políticamente no permite distinguir al interior del movimiento estudiantil, entre las distintas alas que inevitablemente se forman y diferencian en dura lucha política, y divide a lo mejor del movimiento estudiantil de los sectores progresivos de docentes y trabajadores universitarios, facilitando de esta forma la labor de los sectores reformistas y derechistas.

Adaptación a la institucionalidad

Esta concepción “radical” pero equivocada, va de la mano y sirve de cobertura a la grave adaptación práctica de URUS al régimen universitario actual.

Las camarillas que controlan la Universidad se apoyan en las muchas normas e instituciones del régimen (como el HCU) para proteger su poder y privilegios y controlar las “rebeliones” estudiantiles, aceptando a veces algunas concesiones democráticas, como las asambleas o los cuerpos de delegados, pero tratando siempre de someterlas a su “legalidad”.

Las corrientes de izquierda aceptan ese régimen sin cuestionarlo, como los masistas de Maya-U que con el ex rector Roberto Aguilar (ahora vicepresidente de la Asamblea Constituyente), fueron simples administradores de la crisis universitaria que dejó la derecha, como el ex rector Gonzalo Taboada, ahora ejecutivo de la Universidad Boliviana (CEUB).

Una buena muestra de esa adaptación es la FUL de San Simón, que dirigen desde hace ocho años y en ese tiempo se mantuvieron siempre dentro del régimen, luchando por pequeñas reformas pero siempre en los marcos de la institucionalidad.

Esa adaptación se extiende también al “corporativismo” que impregna el sentido común universitario y que pone un muro entre los problemas de la U y los del país, como se vio en la mezquina pelea por defender una tajada del Impuesto Directo de los Hidrocarburos (IDH) para las universidades y a la que URUS se sumó sin agitar consecuentemente un programa para aumentar el presupuesto universitario partiendo de una verdadera nacionalización de los hidrocarburos, expulsando a las transnacionales, denunciando la trampa del IDH. La pelea por el IDH tuvo el “mérito” de unir derecha e izquierda detrás del reclamo institucional, preparando el terreno para que la “defensa de la participación en el IDH” sea hoy una bandera de la reacción para arrastrar a los universitarios.

Un punto de partida marxista para luchar por un nuevo movimiento estudiantil

Los trotskistas, partiendo de que no existe homogeneidad en el estudiantado, luchamos para que lo mejor del movimiento estudiantil se identifique con las tareas planteadas desde la clase trabajadora, en su alianza con los sectores campesinos, originarios y populares, ya que es imposible tener una universidad científica, al servicio de las grandes mayorías y del desarrollo nacional sin una ruptura profunda y radical con el imperialismo, superando la sociedad dividida en clases de la cual nuestra universidad es subsidiaria.

En ese marco, luchamos para que la parte avanzada del movimiento estudiantil se apoye en los métodos de la movilización y la autoorganización (como cuerpos de delegados por curso con mandato y revocables, la asamblea como máxima autoridad, para de esta forma enfrentar mejor a la derecha) y se arme con un programa contra el régimen universitario, eliminando el voto ponderado e imponiendo el voto universal, etc., ligado a las tareas que demanda la situación nacional. Y para ello, que suelde lazos con los elementos docentes más progresivos y con los trabajadores universitarios. La política que propone URUS no ayuda a cumplir estas tareas.

Es necesario construir una corriente estudiantil revolucionaria, que apoye consecuentemente la lucha de los trabajadores, antiimperialista e internacionalista y combata en esa perspectiva por poner en pie un nuevo movimiento estudiantil.

Por R. P



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