Cada día nos enteramos de que el barril de petróleo ha tenido un nuevo aumento, ya ha sobrepasado los $us. 60 y no hay síntomas de que la escalada de precios haya acabado. Lo que lo empuja al alza, es que no hay posibilidades de aumentar significativamente la producción mundial, las transnacionales que dominan el mercado internacional no han invertido como incrementar en gran escala las reservas y para abastecer la creciente demanda y a ello se agregan problemas políticos como la tenaz resistencia que los invasores yanquis encuentran en Irak. Y en el horizonte de los próximos años, es posible que las disponibilidades mundiales de petróleo comiencen a agotarse.
Todo esto hace que un recurso limpio y barato como es el gas se valorice como gran fuente alternativa de energía, sus precios aumenten y su consumo se vaya extendiendo. En América Latina, los países que cuentan con grandes yacimientos d egas son Venezuela y en segundo lugar Bolivia.
Lo cierto es que el gas boliviano es un botín codiciado por las transnacionales, las burguesías vecinas y el imperialismo. Es un recurso no renovable que sube cada día su valor. Por ese motivo es una mentira que si “no nos apuramos a exportar vamos a perder el tren y nadie querrá nuestro gas”. Las grandes empresas como REPSOL, Shell, British Petroleum y British Gas, Total, Enron, Petrobras y otras menores, que además de nuestro país operan en Argentina, Brasil Chile, Perú, etc., necesitan de nuestro gas para “desarrollar el mercado regional”, y si a eso le sumamos la estratégica ubicación de los campos gasiferos en el corazón del continente (casi equidistantes de los posibles mercados) aparecen claras las razones por las cuales las multinacionales y los serviles gobiernos de turno pelean con uñas y dientes defendiendo “su negocio” en Bolivia.
D.V.