La sindicalización puede ser un gran paso en la recomposición del movimiento obrero, pero sería un error separarla de las demás tareas políticas y de organización.
La organización de los trabajadores avanzará al calor de grandes movilizaciones donde las demandas sectoriales se unirán a las de carácter nacional, como la lucha por la nacionalización del gas o las capitalizadas, o por una asamblea constituyente realmente libre y soberana.
En esta lucha será necesario crear nuevas formas más amplias y ágiles de organización: comités, coordinadoras, asambleas obreras y populares, y estará planteado su desarrollo, extensión y centralización, apuntando a una estrategia de poder obrero y popular.
Además, el movimiento obrero debe unir sus reivindicaciones a una respuesta de clase a los grandes problemas nacionales, como es la nacionalización del gas, la demanda campesina y originaria de tierra y territorio, la educación, salud y vivienda del pueblo trabajador. Así podrá unir sus propias filas, conquistar la más amplia independencia de clase frente al orden existente, y prepararse para dirigir con su programa y sus métodos de lucha, la alianza obrera, campesina y popular necesaria para terminar con la dominación imperialista y las clases dominantes nativas.
Naturalmente no se puede confiar estas tareas a la burocracia sindical, que en sus distintas alas levanta estrategias reformistas y es hostil a la autoorganización democrática de los trabajadores.
Para llevarlas hasta el final será preciso construir nuevos “estados mayores” revolucionarios al frente de las organizaciones de la clase obrera, mediante el reagrupamiento de los trabajadores avanzados en un partido revolucionario, obrero y socialista.