La Asamblea Constituyente es la institución más democrática que se puede arrancar en los marcos del orden burgués, planteando el problema de toda la organización económica, social y política, pero no puede trascender estos marcos. De ello se aprovechan la clase dominante y los reformistas, que quieren cuando mucho recrear un régimen político estable de acuerdo a sus intereses, para utilizar las legítimas aspiraciones democráticas de los trabajadores y los pueblos originarios.
Los socialistas revolucionarios no compartimos la ilusión de que pacíficamente, “en democracia” y con una nueva constitución se pueda arrancar la tierra a los terratenientes y expulsar a las transnacionales. Los poderosos opondrán una feroz resistencia a toda medida que afecte la “sagrada propiedad privada” y allí estará el Ejército, por muy “profesional” y “patriota” que se presente hoy, para servirles de brazo armado.
Pero la movilización por una Constituyente libre y soberana, donde los trabajadores, campesinos e indígenas puedan debatir y resolver sobre todos los problemas nacionales, y hacer la más amplia experiencia con los límites de la democracia, será un poderoso punto de apoyo para desarrollar la autoorganización, impulsar la revolución agraria y la lucha de lso pueblos originarios, y acercar a las masas obreras y populares a la convicción de que sólo tomando el poder y construyendo una república obrera basada en los órganos de poder y el armamento de las masas podrá acabarse con el actual orden de miseria, opresión y explotación.
Esto es algo que no comprenden fuerzas como el POR que se contentan con repetir que “las masas en Bolivia ya han superado las ilusiones democráticas” ignorando los hechos más elementales de la realidad política, para justificar un abstencionismo que deja las aspiraciones democráticas populares en manos de los reformistas.