Las empresas han aprovechado el régimen de “libre contratación” basado en el nefasto artículo 55 del DS 21060 y otras normas legales impuestas en los últimos años para imponer una verdadera dictadura en las fábricas. Con ella garantizan los bajos salarios y el desconocimiento de los más elementales derechos de los trabajadores. La precarización laboral, la flexibilización y la terciarización de algunas actividades, así como la amenaza del desempleo, han sido utilizadas para aumentar la explotación, dividir las filas obreras y trabar su resistencia. Pero para mantener esta situación, lo principal es impedir o trabar por mil medios (como con dirigentes sumisos) la unidad y organización obrera.
Esta situación a nivel nacional, es también evidente en El Alto, que ya es quizás la más importante concentración obrera del país. Según datos hay más de 50.000 fabriles, muchos de ellos jóvenes y mujeres; casi 200 grandes firmas están registradas en la Cámara Nacional de Industrias y hay quizás unas 1.500 empresas pequeñas y medianas. Esta inmensa fuerza dormida sin embargo, está poco organizada. Pese a la combatividad de los trabajadores alteños (muchos participan desde sus barrios, a través de las juntas vecinales) la difícil situación que atraviesan les ha impedido hasta ahora jugar un papel propio. En efecto ¿por qué no hay ni una fábrica parando ni vemos a los obreros peleando en forma organizada junto al resto del pueblo alteño?
Es evidente que los problemas son muchos y graves: alta desocupación, sueldos bajísimos, inestabilidad laboral, violación de todos sus derechos laborales, interminables jornadas laborales, inexperiencia de muchos nuevos trabajadores y trabajadoras sin tradición sindical. Pero si no vemos a estos compañeros luchar es ante todo por el régimen dictatorial que se vive en las fábricas y por la falta de organización, sobre todo en las más nuevas o pequeñas y en los innumerables talleres.