A pesar de que el NO fue mayoritario, el triunfo del sí en cuatro departamentos es un éxito político relativo para las élites dominantes en Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando, pues les permite “legitimar” con el voto su reaccionario proyecto autonomista.
Aunque a nivel nacional la derecha está a la defensiva, sin poder enfrentar al MAS con un bloque sólido, las oligarquías se atrincheran en el pronunciamiento autonómico para ejercer presión y defender sus posiciones.
El prefecto cruceño, Rubén Costas, se apuró a proclamar a Santa Cruz “departamento autónomo” aunque nada en la ley ni en la consulta electoral del domingo 2 habilite tal pronunciamiento, y se reunió con sus pares de la “media luna” para presionar por el reconocimiento de sus exigencias.
Pero esto no significa que la reacción cuente con una base social sólida en que apoyarse para sus planes. Por el contrario, en todo el Oriente hay enormes contradicciones económicas y sociales (siendo la tierra una de las más sentidas) y un paulatino proceso de diferenciación política que mina el terreno bajo los pies de la burguesía. Esto se expresa en numerosas luchas, y se reflejó de manera distorsionada en que la fuerza más votada en Santa Cruz fue el MAS.
El MAS y el referéndum
El MAS le facilitó las cosas a la derecha al pactar el antidemocrático mecanismo del referéndum autonómico vinculante, pues les permitió agitar demagógicamente una bandera sentida en las regiones, como es la protesta contra el centralismo del actual Estado burgués, sin dar ninguna posibilidad de expresar sus aspiraciones a los pueblos originarios de las Tierras Bajas ni a los trabajadores y el pueblo de las regiones postergadas. El gobierno mantuvo durante meses una actitud favorable al SÍ y recién en los últimos días se volcó a hacer campaña por el “NO” (aunque el vicepresidente García Linera insistía en mantener una “neutralidad razonable” para no entorpecer el diálogo con las élites locales).
Hay que quebrar el poder de las oligarquías
Una Asamblea Constituyente verdaderamente libre y soberana hubiera sido la instancia más democrática para poder discutir cómo garantizar el pleno derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios y los intereses fundamentales de las regiones más postergadas, desemascarando el retrógrado autonomismo departamental. La lucha por una verdadera revolución agraria que liquide la gran propiedad rural y la efectiva nacionalización del gas y de las “capitalizadas”, es el camino para acabar con el poder de las oligarquías. Por supuesto, el MAS es contrario a medidas de este tipo y busca“consensuar” con los empresarios y terratenientes.
Por Eduardo Molina