1 En la madrugada del 28 de junio, a menos de 10 meses de su “retirada unilateral”, el Estado de Israel lanzó un brutal ataque militar con bombardeos y misiles contra la Franja de Gaza y el pueblo palestino. La operación, conocida como “lluvia de verano” comenzó con el cerco por tierra, aire y mar y la reinvasión del territorio palestino supuestamente autónomo de Gaza, con alrededor de 5.000 soldados y 100 tanques.
En una clara actitud de “castigo colectivo”, las tropas israelíes destruyeron la infraestructura civil, como puentes y la principal planta generadora de energía, dejando sin agua y luz a más de medio millón de palestinos, y, con la colaboración de la policía egipcia, dejaron virtualmente presa a la población sin poder salir de la Franja de Gaza. Incluso helicópteros artillados llegaron a sobrevolar la residencia en Damasco del presidente sirio Bashar al-Assad, a quien Israel acusa de dar protección al dirigente político de Hamas, Khaled Mesha, exiliado en Siria. En un acto sin precedentes, el gobierno israelí de Ehud Olmert ordenó el secuestro de alrededor de un tercio de los ministros del gobierno de la Autoridad Palestina, dirigido por Hamas, entre ellos al vice primer ministro, al ministro de Finanzas y al ministro de Trabajo, además de 30 miembros parlamentarios y funcionarios, y lanzó un ataque con misiles contra la oficina del primer ministro Ismael Haniyeh. Aunque Olmert, del partido Kadima, ganó las elecciones hablando de completar la “retirada unilateral” en Cisjordania y Amir Peretz laborista de “izquierda” y actual ministro de Defensa, se declaraba a favor de la “paz”, esta escalada militar vuelve a mostrar que el actual gobierno sionista no tiene diferencias sustanciales con los halcones del derechista Likud. Mientras una pequeña minoría de pacifistas se ha movilizado repudiando estos ataques, como lo viene haciendo contra la construcción del muro de seguridad, las distintas alas de los partidos que dominan la política israelí está por mantener sojuzgado al pueblo palestino.
2 Esta salvaje agresión del Estado de Israel fue antecedida por una ofensiva económica y militar sostenida que recrudeció durante el mes de junio. Entre los principales ataques de las tropas israelíes se cuentan: el asesinato el 8 de junio de Jamal Abu Samhadana, que había sido nombrado por el gobierno de Hamas como jefe de la policía palestina en Gaza; el ataque con misiles contra una playa de Gaza llena de familias palestinas, en el que murieron 8 personas, 5 de ellos niños y más de 30 resultaron heridas; el ataque con misiles contra la población civil de la ciudad de Gaza el 13 de junio, en el que murieron 11 palestinos, 2 de ellos niños; los ataques aéreos regulares contra campos de refugiados como el de Jabalya y Khan Yunis.
En total, según organismos de derechos humanos israelíes, 49 palestinos fueron asesinados entre el 1 y el 25 de junio por las tropas sionistas y casi 4.000 desde septiembre de 2000.
Como respuesta a esta escalada, las milicias palestinas y el ala militar de Hamas, dieron por finalizado el alto al fuego que habían mantenido durante 18 meses. El 25 de junio, durante un ataque a un puesto de control del ejército israelí, un grupo palestino tomó prisionero al soldado Gilad Shalit.
A cambio de su libertad, pedían la liberación de 500 detenidos -400 menores y 100 mujeres- entre los más de 10.000 presos políticos palestinos.
3 El Estado sionista usó la liberación del soldado Shalit como pretexto para lanzar la actual agresión militar. Sin embargo la escalada de los actos de guerra de Israel han dejado al descubierto sus verdaderas intenciones: atacar al gobierno palestino de Hamas para lograr una capitulación total de esta organización a la ocupación israelí o incluso, eventualmente, su caída.
Desde que Hamas ganó las elecciones legislativas por amplio margen el 25 de enero de este año, victoria debida a la bancarrota militar, política y moral de la dirección palestina histórica, Al Fatah, y sus versiones de izquierda, FDLP, FPLP, etc., Estados Unidos, la Unión Europea, los gobiernos árabes, y el propio presidente de la Autoridad Palestina, el conciliador Mahmoud Abbas (Abu Mazen), vienen ejerciendo una presión insoportable sobre el gobierno palestino dirigido por Hamas, buscando su colapso.
Justamente el puesto de primer ministro había sido impuesto por Estados Unidos y el famoso “Cuarteto” -que incluía a la Unión Europea, Rusia y las Naciones Unidas- para marginar al entonces presidente Yasser Arafat, y permitir concentrar el poder en los líderes palestinos dispuestos a aceptar el plan imperialista para Palestina. Pero el cálculo salió mal y por su política conciliadora con el Estado de Israel Mahmoud Abbas perdió las elecciones.
El triunfo de Hamas puso al descubierto la enorme hipocresía del imperialismo norteamericano y europeo, que sólo favorecen la “democracia” como forma de legitimar a sus agentes internos y colaboradores como el presidente Abbas de Al Fatah.
El primer chantaje fue suspender el financiamiento internacional del que en gran medida depende la subsistencia del pueblo palestino, condenado por Israel a no disponer de sus recursos y a tener que trabajar como mano de obra barata en las ciudades israelíes. El Estado de Israel también suspendió el pago de los impuestos que está obligado a reintegrar al gobierno palestino. Esta situación de ahogo económico llevó prácticamente a la paralización de la administración palestina: en los últimos cinco meses alrededor de 150.000 empleados de la Autoridad Palestina no han podido cobrar regularmente sus salarios, poniendo en riesgo la fuente de subsistencia de alrededor de un millón de personas.
Luego trataron de que el control de las fuerzas de seguridad y la conformación de un futuro ejército fueran patrimonio del poder ejecutivo de la Autoridad Palestina, en manos de Al Fatah, quitándole esta atribución al gobierno de Hamas.
Esta situación derivó en enfrentamientos entre Al Fatah y Hamas y a profundizar las divisiones entre el ala política de Hamas -más proclive a aceptar una negociación- y el ala militar de esta organización.
4 El presidente Abbas, intentando sacar ventaja de esta situación caótica presionó a Hamas para aceptar un documento, elaborado por dirigentes palestinos presos en Israel, en el que se acepta la construcción de un semi-Estado palestino en los actuales territorios ocupados, reconociendo implícitamente no sólo al Estado de Israel sino también sus conquistas territoriales hasta la guerra de los seis días de 1967; se limita la resistencia contra Israel sólo a los territorios ocupados, se llama a la conformación de un “gobierno de unidad nacional” y se autoriza únicamente a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y a Abbas a negociar en nombre de todo el pueblo palestino.
El gobierno de Hamas terminó aceptando y firmando este documento ante la amenaza de Abbas de convocar a un referéndum sobre el mismo. De esta forma el ala política de Hamas renunció a una de las demandas fundacionales del movimiento de liberación nacional palestino, siguiendo el camino de capitulación que antes había transitado la propia OLP que, bajo la dirección de Arafat, terminó entregando en los acuerdos de Oslo la lucha del pueblo palestino y su legítimo derecho a la autodeterminación nacional aceptando la llamada “solución de dos Estados”.
5 Sin embargo, para el gobierno de Olmert esto no es suficiente. Con la escalada militar de los últimos días pretende lograr mayores concesiones, como por ejemplo el reconocimiento explícito del Estado sionista de parte de Hamas y los sectores más radicalizados. Recurriendo una vez más al método brutal de los ejércitos de ocupación, el Estado sionista busca quebrar la voluntad de resistencia de la población palestina por medio del hambre, la falta de agua y de electricidad, los ataques contra las ciudades y zonas densamente pobladas como los campos de refugiados de Gaza, asesinando a dirigentes populares, mujeres y niños, impidiendo que los palestinos puedan siquiera trabajar por un salario miserable en Israel. Sigue construyendo el muro de separación que rodea a las ciudades palestinas, mostrando abiertamente su carácter racista y colonialista y avanza con su plan de anexar definitivamente a las fronteras de Israel los territorios ocupados por asentamientos de colonos en Cisjordania y Jerusalén.
6 La llamada “solución de dos Estados” ha demostrado ser fatal para el pueblo palestino. Desde la firma de los acuerdos de Oslo en 1994 pasando por la llamada “hoja de ruta” hasta la “retirada unilateral” de Sharon y Olmert, siempre ha tenido como premisa la renuncia del pueblo palestino a sus derechos democráticos más elementales como el derecho de retorno de los miles de refugiados palestinos, expulsados de sus tierras por el Estado sionista y el derecho a tener su propio Estado en el conjunto de su territorio histórico.
El supuesto “Estado palestino” no sería más que una serie de ciudades aisladas, circundadas por el muro de seguridad, sin continuidad territorial ni viabilidad económica, sin la posibilidad de controlar sus fronteras ni recursos escasos como el agua. La conclusión evidente es que los derechos democráticos del pueblo palestino son incompatibles con la existencia del Estado sionista, un enclave racista y colonial, fundado en 1948 sobre la base de la expulsión y la limpieza étnica de la población árabe que habitaba Palestina.
Como resultado de distintas guerras -como la llamada “guerra de la independencia” en 1949 o la guerra de los seis días en 1967- y de su política de ocupación de territorios con colonos de la extrema derecha religiosa, ha ido extendiendo sus fronteras, incorporando cada vez más porciones de los llamados territorios ocupados. El Estado de Israel es un aliado incondicional de Estados Unidos, que lo ha financiado y armado con armamento nuclear, actuando como un gendarme de los intereses imperialistas contra los pueblos del Medio Oriente.
Frente a esta realidad de opresión y a la capitulación de las direcciones nacionalistas burguesas históricas, como la OLP, se han fortalecido organizaciones islámicas radicales como Hamas que plantean la resistencia a la ocupación.
Los revolucionarios defendemos a los militantes de la resistencia palestina frente al Estado sionista, y también el derecho del pueblo palestino a elegir a su propio gobierno, pero planteamos claramente que la estrategia de las direcciones islámicas como Hamas de transformar a Palestina en un Estado teocrático es totalmente reaccionaria. Esta estrategia no sólo liquida libertades democráticas básicas sino que la ilusoria idea de una “comunidad de los creyentes” oculta las obscenas divisiones de clase de las sociedades islámicas, y es enemiga de que la clase obrera a la cabeza de las masas oprimidas de la región enfrente al imperialismo y sus gobiernos locales sirvientes con una política independiente.
Frente a esta política que lleva la lucha por la liberación nacional a un callejón sin salida, los marxistas revolucionarios estamos por la destrucción del Estado sionista reaccionario de Israel y el establecimiento de una Palestina obrera y socialista donde puedan convivir en paz árabes y judíos, en la perspectiva de una Federación Socialista de Medio Oriente, como única salida progresiva a la brutal opresión que sufren las masas palestinas.
En lo inmediato es imprescindible impulsar la más amplia unidad de acción en defensa del pueblo palestino. Es necesaria la movilización obrera y popular no sólo en el Medio Oriente, sino a nivel internacional, para repudiar y detener el ataque militar israelí.
4 de julio de 2006
Fracción Trotskista por la Cuarta Internacional
PTS (Partido de Trabajadores por el Socialismo) de Argentina, LTS - CC (Liga de Trabajadores por el Socialismo- Contracorriente) de México, LOR-CI (Liga Obrera Revolucionaria por la Cuarta Internacional) de Bolivia, LER-QI (Liga Estrategia Revolucionaria) de Brasil, Clase contra Clase de Chile, JIR (Juventud de Izquierda Revolucionaria) de Venezuela, Clase Contra Clase del Estado Español y FT Europa.
Palestina: una lucha histórica
En 1948 las potencias imperialistas, a través de la ONU y con el aval de Stalin, decidieron la partición de la antigua Palestina, hasta entonces colonia inglesa, creando el Estado de Israel como una "cuña" contrarrevolucionaria en el corazón del Medio Oriente, contra los pueblos árabes que luchaban por su liberación. Esto puso fin a la antigua convivencia entre los árabes y la minoría judía e inauguró una situación de guerra permanente.
El Estado sionista de Israel se construyó mediante la agresión militar a sus vecinos árabes y el terror, expulsando de sus tierras a millones de palestinos. Con suscesivas guerras fue ampliando sus territorios originales e instalando "colonos" fascistas y fundamentalistas judíos en las mejores tierras que conservaron los palestinos.
Hoy Israel es una maquinaria de guerra, un "portaviones" imperialista que pretende aplastar al pueblo palestino, que desde hace décadas lucha heroicamente por su tierra y su libertad y por la reconquista de una Palestina unida sobre todo su territorio histórico.
El plan israelí, apoyado por Estados Unidos y Europa, es obligar mediante el hambre, el terror y el engaño a los palestinos a aceptar la "legitimidad" del Estado sionista y conformarse con vivir en dos pequeñas porciones de territorio, Gaza y Cisjordania, en una ficción de "estado autónomo", bajo el control de las bayonetas israelíes y explotados como mano de obra barata para la industria israelí.