El 1º de marzo asumió la presidencia del Uruguay el médico “socialista” Tabaré Vázquez, que triunfó por un 50% de los votos en las pasadas elecciones como candidato del FA (Frente Amplio - Encuentro Progresista). El FA es una coalición de fuerzas “progresistas” y de izquierda formado a inicios de los años 70 y que incluye desde socialdemócratas hasta ex guerrilleros tupamaros y que propone un programa tibiamente reformista dentro del capitalismo. El propio Tabaré Vázquez fue intendente (alcalde) de Montevideo por largos años realizando incluso privatizaciones. Sin embargo, el nuevo gobierno despierta una enorme expectativa entre el pueblo uruguayo, no sólo porque es la primera vez que se rompe la “alternancia” entre los dos partidos tradicionales de la burguesía, el Blanco y el Colorado, sino porque hay grandes demandas postergadas en este país hermano donde la pobreza supera el 40%, el desempleo llega al 12% y muchos aguardan cambios de fondo tras largos años de “neoliberalismo”.
La imagen izquierdista del nuevo gobierno se ve ampliada por el nombramiento de antiguos tupamaros -como Pepe Mugica- en ministerios y puestos de responsabilidad, y por algunas medidas iniciales como el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba. Pero al mismo tiempo en el gabinete se sientan personeros de la burguesía proimperialista, como el ministro de Industria Jorge Lepra, empresario ligado a intereses norteamericanos.
Tabaré Vázquez ha dejado en claro que no va a romper con el FMI y seguirá “honrando” la deuda externa, que no va a revertir las privatizaciones, y que nada cambiará de fondo. Además, ya ha buscado acuerdos con los viejos partidos para garantizar la “continuidad” y dar toda clase de garantías a la clase dominante de que nada debe temer del nuevo gobierno “de izquierdas”.
¿Un “eje progresista” en Sudamérica?
En realidad, más allá de las promesas, el FA se apresta a seguir el rumbo de los Lula en Brasil o Kirchner en Argentina.
América Latina está cada vez más sometida al imperialismo y sumergida en la explotación y la miseria. La rebelión obrera y popular ha estallado en grandes movilizaciones como las que en Ecuador, Bolivia o Argentina derribaron a presidentes constitucionales. Las viejas fuerzas “neoliberales” se han desacreditado.
Estos nuevos gobiernos “progresistas y populares” intentan recomponer la estabilidad preservando en lo esencial los intereses políticos y económicos del imperialismo y alejando el peligro de nuevas movilizaciones revolucionarias.
Así, Kirchner acaba de hacer un “canje de deuda” que hipoteca a Argentina por décadas, asegurando el pago de la monstruosa y fraudulenta deuda externa. Lula no sólo pactó con el FMI y gobierna en acuerdo con los empresarios y latifundistas brasileños, sino que encabeza la vergonzosa intervención militar en Haití al servicio de Bush, donde también participan otros ejércitos latinoamericanos, como el chileno o el uruguayo. Y al respecto, Vázquez ya confirmó que seguirá participando de esta ocupación.
El propio Chávez, pese a sus discursos “bolivarianos” y choques con los funcionarios de Estados Unidos, ha seguido pagando la deuda externa religiosamente y no ha tocado los intereses fundamentales del imperialismo y la burguesía opositora venezolana.
Es por ello que el imperialismo, pese a algunas críticas y presiones, se muestra más bien tolerantes ante este tipo de gobiernos. Así, ante el recambio presidencial en Uruguay, Otto Reich, antiguo “gusano” anticastrista y alto funcionario yanqui , ha declarado: “Sé que Vázquez viene de una trayectoria de izquierda, pero también lo hizo Lula, y sin embargo Estados Unidos tiene buenas relaciones con el gobierno de Brasil”.
Los “amigos progresistas de Bolivia” apoyan a Mesa
En Bolivia, el MAS y otros medios de izquierda aprovecharon la asunción del FA para mostrar el camino de los Lula, Kirchner, Chávez y Vázquez como el fortalecimiento de América Latina frente a las imposiciones de Estados Unidos y la vía para lograr cambios por medios democráticos.
Sin embargo, estos son una trampa y un engaño. Este tipo de gobiernos, más allá de sus discursos y alguno que otro gesto reformista, sirve a la burguesía, protege a las transnacionales y los pactos con el imperialismo.
Son “gobiernos de contención”, para frenar el descontento obrero y popular. Con ellos no hay ninguna posibilidad de satisfacer las impostergables demandas de los trabajadores y el pueblo.
La reacción ante actual crisis política en Bolivia desnuda el verdadero papel de estos gobiernos: Tal como Estados Unidos, Lula, Vázquez y Kirchner se apresuraron a respaldar a Mesa y la democracia, es decir, están por la defensa de Aguas del Illimani y las petroleras.