El 1 de agosto se anunció que Fidel Castro delegaba el poder en su hermano Raúl, debido a una intervención quirúrgica de urgencia urgente, situación que plantea importantes interrogantes sobre el futuro de Cuba, pues por primera vez en casi 50 años hay un traspaso del poder.
El imperialismo presiona
EE.UU. mantiene una línea dura, sin descartar ningún medio para imponer una “transición democrática”, es decir, la recolonización de la isla, conspirando abiertamente para provocar un cambio contrarrevolucionario, mientras que los “gusanos” en Miami llaman a que “los opositores del régimen de Fidel se levanten (...) están dadas las condiciones y hay que ayudarlos” (Clarín, 3/8/6) buscando ganar a un sector de la sociedad cubana y los militares.
Otra ala del imperialismo yanqui (como el Partido Demócrata) propone una presión más cautelosa y terminar el bloqueo como prenda de negociación con un nuevo gobierno cubano. Y en un sentido similar, “amistoso” se pronuncian sectores del imperialismo europeo y gobiernos latinoamericanos que temen la reacción de las masas ante una crisis y prefieren un plan gradual de restauración capitalista
El castrismo compromete la revolución
La revolución cubana fue una conquista histórica, que permitió expulsar al imperialismo y avanzar en muchos terrenos al pueblo cubano. Hasta hoy se mantuvo viva, pese a la enorme presión yanqui, gracias al heroísmo de los obreros y campesinos de la isla y a la ardiente simpatía que despertó en América Latina y el mundo. Cuba es un Estado Obrero, donde fue expropiado el capital, pero burocratizado, lo que significa que la construcción del socialismo se ha detenido en sus comienzos y que domina una burocracia privilegiada que suprime la democracia obrera. Esta burocracia es un grave riesgo para la revolución, pues en los últimos años ha aplicado medidas de tipo restauracionista, abriendo crecientes espacios al capital extranjero y al “mercado”.
Esto fortalece las tendencias que buscan el retorno al capitalismo.
Sin la figura de Castro como árbitro, se plantea la posibilidad de una lucha entre diversas alas de la burocracia y el envalentonamiento de los sectores restauracionistas. Existirían al menos tres sectores:
Un “ala dura” con figuras como Ricardo Alarcón (presidente de la Asamblea Nacional), basada en el aparato del Partido Comunista (PCC).
Raúl Castro estaría cerca de este sector, aunque otros opinan que sería "duro" en el terreno político, pero abierto a mayores “reformas” en economía, apoyado en las Fuerzas Armadas Revolucionarias que tienen grandes intereses en el dinámico sector mixto de la economía.
Otra ala, más débil, incluiría a tecnócratas partidarios de una “liberalización” económica y política.
La amenazante presión imperialista quita márgenes de maniobra a las alas más restauracionistas de la burocracia, mientras que las conquistas de la revolución.
Sometido a presiones contrapuestas, es probable que Raúl, apoyado en las FAR, trate de mantener el equilibrio entre las distintas tendencias, manteniendo un fuerte control social. Pero esto deja en un cono de sombras el futuro de la isla y mantiene vivas las amenazas que pesan sobre las conquistas de la revolución. Su futuro está en manos de las masas obreras y campesinas, que necesitarán dotarse de un programa de revolución política para defender sus conquistas y profundizar la revolución frente a los peligros internos y externos, conquistando el derecho a organizarse independientemente de la burocracia para ir hasta el final en su movilización.
El principal aliado de las masas cubanas en esta lucha serán las masas latinoamericanas y la clase obrera y minorías oprimidas de Estados Unidos contra el enemigo común imperialista.
Por Eduardo Molina