Ofensiva de la derecha
El proyecto de Ley de Hidrocarburos del MAS que comenzó a tratar el Congreso no es para nada “nacionalista”. Sin embargo, bastó para que los intereses ligados a las petroleras pusieran en marcha una ofensiva que tuvo su mayor expresión en el “paro cívico” del 11/11.
Sin embargo, no es tanto la fortaleza de la derecha lo que la empuja a actuar, sino más bien el temor ante la reapertura de la crisis política.
La actitud del Parlamento -esa cueva de bandidos donde son mayoría los proimperialistas MIR, MNR, NFR, etc.-, los choques con el Ejecutivo y la debilidad de éste muestran no sólo la profunda crisis del sistema político, sino también de las divisiones entre distintas camarillas burguesas, en un momento donde necesitarían un “frente unido” para asegurarse el gran negocio del gas y un plan de ataque contra los trabajadores y el pueblo como quiere el FMI.
Esta situación está alarmando al imperialismo: uno tras otro, funcionarios del Banco Mundial y del BID, diplomáticos de EE.UU. y España, emisarios de Lula, etc., se pronunciaron exigiendo se respeten las condiciones impuestas por las petroleras, mientras que el FMI reclama además un programa económico de guerra contra el pueblo: aumento de combustibles y energía, congelación de salarios y contrataciones, más “austeridad”, etc.
La crisis del Gobierno
El aire político que Carlos Mesa había recuperado después de julio, gracias al referéndum y con la ayuda del MAS, se ha disipado. Otra vez aparecen al desnudo la debilidad política y las contradicciones de su gobierno: fracasó en su propuesta de Ley de hidrocarburos y no pudo subordinar al Congreso; tuvo que “poner la otra mejilla” a las bofetadas del Comité Cívico de Santa Cruz. Le renunció el Ministro Cuevas. El Tribunal Constitucional falló contra sus nombramientos en la justicia y le paralizó el juicio a Goni. La aprobaci’on del articulo 5 de la Ley de Hidrocarburos que obliga a las transnacionales a mudar de contratos es un nuevo elemento de crisis politica.
En realidad está cuestionado “por derecha” el plan político de Mesa de “reacción democrática”, es decir, “cambiar algo para que nada cambie”, y que debería desembocar en una Asamblea Constituyente “cocinada” con todos los sectores de la burguesía y la “ayuda de la cooperación internacional”.
Esta política es vista con desconfianza por las élites de Santa Cruz y Tarija y por la derecha política que trata de levantar cabeza.
Ante la debilidad de Mesa surgen llamados a conciliar entre Ejecutivo y Parlamento y a la unidad nacional (la Iglesia, el MIR y otros sectores). Todos presionan al Gobierno para que se deje de “discursos” y “gobierne”, es decir, que se alinee claramente y de una vez por todas con sus exigencias. Y el gobierno responde arrodillándose una vez más ante la presión burguesa e imperialista y girando aún más a la derecha.
El papel del MAS
En este marco, el MAS sigue siendo un “factor de estabilidad” como “pata izquierda” de los planes para consolidar el régimen. Sin embargo el giro a derecha de Mesa y las diferencias en torno a la Ley de hidrocarburos le hace difícil seguir siendo el principal socio político del Gobierno. Aunque sigue siendo su defensor, se ve obligado a criticarlo intentando a su manera aprovechar el descontento de franjas de los trabajadores y el pueblo como el paro cívico del lunes 15/11 en El Alto convocado por las FEJUVE.
Sin embargo, esta “táctica” del MAS junto con las poses de un burdo nacionalismo de incluso viejos neoliberales no cambia su estrategia reformista de conciliación con la burguesía y hasta con el imperialismo (como lo muestra su mismo proyecto de Ley) ni su papel fundamentalmente de freno a la movilización popular.
Lamentablemente, a la sombra del MAS se ubica la dirección de la COB que pese a sus periódicas declamaciones, no hace nada para impulsar una política concreta de organización y movilización por la recuperación del gas y las demandas obreras y populares.
Perspectivas
Es posible que las municipales y el “clima de fin de año” amortigüen la “crisis en las alturas” durante estas semanas. Ya están buscando espacios de negociación entre el Gobierno, el Parlamento y los “cívicos”, buscando “concensuar” sus planes reaccionarios y entreguistas contra los trabajadores y el pueblo.
Sin embargo, crece la polarización social y están abiertas perspectivas más conflictivas para el año próximo. Entre los trabajadores del campo y la ciudad hay cada vez más descontento y surgen constantes conflictos sectoriales.
El carácter “gris” de las elecciones municipales, que no despertaron gran entusiasmo entre la población aunque debían ser una gran “fiesta democrática” para recrear la confianza en las instituciones, es un síntoma de que la estrategia de “reacción democrática” de Carlos Mesa está mostrando sus límites para contener la profunda crisis nacional. Las cuestiones estructurales que el levantamiento de octubre no pudo resolver, como el destino del gas y la subordinación a las transnacionales, siguen estando en el centro de la vida política nacional. Así, en el horizonte del 2005 se acumulan oscuros nubarrones de tormenta, promesa de nuevos enfrentamientos entre la “Bolivia oficial” y la “Bolivia profunda” obrera, campesina, indígena y popular.
Para preparar la lucha:
¡Encuentro obrero, campesino y popular con delegados de base!
Los trabajadores tenemos que prepararnos en esta perspectiva. Las crisis y peleas de los de arriba abren posibilidades para que el movimiento obrero y campesino irrumpa con fuerza renovada.
Es necesario comenzar por unir y coordinar las diversas luchas sectoriales, dándoles una perspectiva política de retotma de la “guerra del gas” y enfrentamiento con el gobierno.
Contra los planes de Mesa, las transnacionales y el FMI, la COB y los sindicatos deben convocar un gran encuentro obrero y popular nacional (en base a delegados de base y con mandato de todos los sectores) para preparar un plan de lucha que culmine en la huelga general indefinida con bloqueo nacional de caminos y autodefensa de masas. Éste es el único camino para imponer la nacionalización sin pago y bajo control obrero colectivo de los hidrocarburos, así como el conjunto de las reivindicaciones obreras, campesinas, originarias y populares. Un encuentro así podría constituirse en la Asamblea Popular que necesitamos para centralizar la lucha y comenzar a desarrollarse como órgano de poder en el camino de imponer un gobierno obrero y campesino.
Carlos Mesa y el MAS mienten cuando llaman a confiar y esperar a su Asamblea Constituyente “consensuada”. Sólo una gran movilización nacional podrá imponer una Constituyente verdaderamente libre y soberana,sobre las ruinas del actual regimen de democracia para ricos, donde el pueblo pueda decidir sobre todos los grandes problemas nacionales. La única garantía de una asamblea como ésta, será que el poder esté en manos de un gobierno de las organizaciones obreras y campesinas.