El fin de año vuelve a poner en el tapete la situación fiscal del Estado. El déficit fiscal que alcanzó el 8% del PIB el 2003, ahora según datos oficiales estaría alrededor del 6%. Sin embargo, los gastos del Estado crecen más que sus ingresos (0.5 y 5% respectivamente) y la preocupación pasa por cómo saldar la brecha fiscal.
Hasta el momento las fuentes de financiamiento de este déficit han estado centradas en deuda externa, deuda interna y donaciones. Es decir, que el Estado se mantiene por los mecanismos más viejos y descarados del sometimiento imperialista en la historia y por los negocios de la banca nacional que presta dinero al Estado con tasas de mercado usureras.
Con relación a esta situación, el Banco Mundial acaba de elaborar el informe sobre gasto público en Bolivia que retrata la maltrecha situación de las cuentas del Estado. En su visión existen dos medidas que deben llevarse a cabo de manera inmediata. La primera es vender gas con una Ley de hidrocarburos que facilite las operaciones a las transnacionales que han defraudado al Estado pagando míseros impuestos y teniendo márgenes de operación poco transparentes que permiten sacar el mayor cúmulo de ganancias hacia fuera.
La segunda manera de salvar el déficit, que según el Banco Mundial y los tecnócratas liberales-neoclásicos representan medidas de "sentido común", es el congelamiento de salarios, la reducción de personal en el Estado y la reestructuración de las universidades públicas, entre otras como aumentar los combustibles.
Es decir, según los "iluminados" del Banco Mundial, que hay que "salvar al Estado" salvando los intereses del imperialismo, garantizando el cumplimiento exacto y sagrado del pago de las deudas, especialmente externas, y lanzando la carga sobre los estratos más pobres del pueblo trabajador, restringir más el acceso a la educación superior, etc.
Pero, quien generó la crisis? Según esta versión es el pueblo boliviano, su clase obrera "ociosa" y los sectores que por "problemas culturales" no se adaptan a la "modernidad y al sentido común". Pero en realidad es el saqueo de las transnacionales y el parasitismo de terratenientes y empresarios "nacionales" lo que hunde al país. La respuesta desde los trabajadores debe ser férrea: que la crisis la paguen ellos, los ricos, los burgueses y el imperialismo. Fortalecer la unidad para combatir a los que desangran el Estado y luego nos pasan la factura que cada uno de los trabajadores paga con su salario, y para imponer la renacionalización de los hidrocarburos y las empresas públicas "capitalizadas", el no pago de la deuda externa, impuestos progresivos a las grandes fortunas y otras medidas de un plan obrero y popular, así como la expulsión del Banco Mundial, el FMI y la "cooperación internacional".