Bush y Kerry
Kerry, candidato del partido demócrata, levantó una política tan reaccionaria como Bush, apoyando la “guerra contra el terrorismo”, algo que no debería sorprender a nadie, dado el carácter completamente imperialista y cada vez más derechista de ésta segunda cabeza del tradicional bipartidismo yanqui. Esto facilitó las cosas para el Partido Republicano, que logró atraerse el voto de las capas medias y a parte de la aristocracia obrera privilegiada, mientras que Kerry no podía entusiasmar a las categorías de obreros más explotados ni a los oprimidos negros y latinos, que en su mayoría no asisten a votar.
Sólo una minoría de los potenciales votantes asistió a las urnas, facilitando el predominio del voto blanco, conservador e influido por la derecha religiosa que le dio el primer lugar a Bush.
Pero ni estos resultados electorales ni los llamados a la “unidad nacional” de Kerry tras reconocer su derrota, pueden ocultar la profundidad de la polarización que recorre a la sociedad norteamericana, entre las tensiones que crea una guerra cada vez más impopular, la pérdida de empleos, la pobreza que afecta ya no sólo a las minorías sino a crecientes capas de trabajadores, los escandalosos negociados de las grandes corporaciones, los abusos policiales y el recorte de los derechos sociales y civiles.
Pese a su dominio en el Congreso y muchos Estados, a Bush le será difícil hacer pasar sin resistencia sus propuestas reaccionarias y nuevos ataques contra los trabajadores y las minorías.
En estas elecciones, resalta una vez más el atraso político de la mayoría de la poderosa clase obrera de EE.UU. y la ausencia de un alternativa de clase. Lamentablemente, la mayor parte de los grupos de izquierda norteamericana dio su apoyo al centroizquierdista Ralph Nader (que salió 3º con menos del 1% de los votos), en lugar de sumar esfuerzos para impulsar esa tarea histórica.
El mundo según Bush
La reelección de Bush alimenta en los círculos dirigentes de Washington la idea de ejercer mayor presión a escala internacional y reafirmar las pretensiones yanquis de recomponer un dominio mundial unilateral más amplio para Estados Unidos. Sin embargo, esto puede tensar aun más las contradicciones interimperialistas, especialmente con Francia y Alemania, que impulsan el proyecto imperialista de una “Europa Unida” para contrapesar el poderío yanqui. También es posible que agrande el rechazo incluso entre sectores burgueses y gobiernos que aunque sean proimperialistas, no están dispuestos a aceptar sin más las imposiciones unilaterales y la prepotencia yanqui.
Por ejemplo, es difícil que Bush pueda revertir la pérdida de “consenso” en América Latina, donde el proyecto de un ALCA continental hegemonizado por las corporaciones yanquis se ha debilitado, los recambios electorales en varios países muestran el deterioro de los agentes neoliberales del imperialismo, y la lucha de masas ha derribado a algunos de ellos, como a Goni en Bolivia.
En Irak, con su esfuerzo por doblegar mediante la masacre la creciente resistencia, Bush trata de reafirmar no sólo el control del país y de su petróleo, sino ir imponiendo un curso más reaccionario en la situación internacional.
Pero es muy posible que en el esfuerzo reaccionario guerrerista de Bush. Lejos de imponerse fácilmente, termine chocando contra las contradicciones de la economía y el sistema de Estados internacional, e incluso despertando una mayor resistencia de la clase obrera y los pueblos oprimidos.